El 31 de marzo de 2009 falleció el expresidente Raúl Ricardo Alfonsín. lo que sigue a continuación fue escrito dos días después. Evoca el estilo personal, comunicativo en el contexto de la campaña. Los comicios del 30 de octubre de 1983 lo consagraron presidente electo. Han pasado casi cuatro décadas de aquel hecho memorable. Vale la pena recordarlo.
ALFONSÍN EN EL ´83
La joven mujer se
emocionó aquella memorable tarde de primavera de 1983 en el Club del Progreso
de General Roca. Sus lágrimas no le impidieron seguir con atención las palabras
cálidas, apropiadas, pacíficas y enérgicas del candidato. Era su primera
experiencia en el campo de las ideas políticas. Escuchó y lloró. Su corazón se
conmovió. "El hombre que hace falta" la invitaba a "entrar a la
vida", a comenzar el cambio anhelado de su patria. Este caso representa a
miles ocurridos en el territorio argentino.
La capacidad comunicativa de Raúl Ricardo Alfonsín no tuvo precedentes en la Argentina política desde 1983. En la campaña electoral, durante la agonía del poder militar, el ex presidente expuso una nueva forma de intercambios verbales y de registro de la realidad imperante
Propuso que los
comicios de octubre no serían una salida electoral sino un ingreso sano,
vigoroso, a la vida republicana; con su voz armoniosa repetía el preámbulo de
la Constitución y así definía una perspectiva superadora. Regresaba a las
fuentes y la historia nacional les abría, a él y al país, sus páginas sin otras
condiciones que cumplir con las establecidas en la ley fundamental.
La elección de
octubre fue libre, sin proscripciones. Un logro de una sociedad que desde 1955
se debatía entre gobernantes de facto y breves intervalos del Estado de derecho
derrumbados bajo el peso de las conspiraciones cívico militares.
El triunfo de
Alfonsín con el "Ahora Argentina" sugirió el acceso a un futuro
promisorio. El presidente muerto entendió que la rivalidad con el peronismo
debía entrar en extinción. Era necesario no insistir en las lamentaciones y
descalificaciones sobre el fenómeno de masas surgido en 1945. El "ahora
Alfonsín" con las manos entrelazadas connotaba ese razonamiento.
Cuando reiteró
hasta el cansancio los postulados constitucionales ratificó esa intención. La
bisagra a la historia no fue sólo una figura retórica. Invitaba a sumarse,
incorporarse al torrente político para proponer, avalar, determinar, elegir. Y
situar la preferencia superlativa, en la intimidad del cuarto oscuro, en el
"hombre que hace falta".
La campaña de 1983
fue brillante, ingeniosa, moderna. Los adversarios no entendieron la nueva
dinámica comunicacional de la década. Poseían una decodificación aberrante de
los estilos y demandas posdictadura. No interpretaron el deseo colectivo de
salir, en paz, del tiempo de oscuridad que atormentó a la sociedad durante
largos años.
La confrontación
gritona o las acciones distantes a un camino de encuentro con las instituciones
republicanas fueron excluidas. Fue una estrategia para una instrumentación
práctica del pensamiento genuino del candidato
"Sin usted no
habrá país". "Participar para elegir y ser elegido" o temas
dirigidos a mejorar la calidad de vida como "vivienda, jubilación, salud,
trabajo para todos" no constituyeron, tal vez, grandes novedades en la
trama discursiva. Cómo y quién lo dijo es el punto clave para dimensionar el
poder de fascinación que irradiaba el emisor de los mensajes.
Alfonsín entendió
la dimensión de los medios vigentes en 1983. Le asignó a la comunicación
política el tono de convencimiento en los valores democráticos. Advirtió como
nadie el contexto crucial del debate. La guerra de Malvinas, los pactos
espurios, la infra alimentación, la educación, desocupación creciente, el
servicio militar y los derechos humanos fueron ejes con contenidos verosímiles.
Había seguridad y fuerza en la palabra del candidato en su transmisión oral,
televisiva, cinematográfica. Alcanzó a desarrollar y profundizar la empatía
como un privilegiado.
Agobiada por los
autoritarismos, alocuciones denostativas e insultantes, la mayoría lo recibió
como el hombre destinado a conducirla y conquistar los relegados sueños de
grandeza.
Su muerte deja más sola a la sociedad pero remite a aquellos días de esperanza. Es inevitable. Al margen de la decisión de cada uno en el acto electoral de octubre de 1983.
JUAN CARLOS
BERGONZI (*)
* Especial para Río Negro 2 de abril de abril de 2009
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