A 37 años de la campaña y triunfo de Alfonsín.

                                        

En los actos de campaña el saludo a la distancia  con los brazos en alto y las manos tomadas, reiteraba ese encuentro de un hombre con el pueblo. "Ahora Alfonsín"     y   la muchedumbre contestaba "ahora todos". La placa oval con las iniciales del candidato sobre los colores celeste y blanco estaba en la retina de un público exultante, con la esperanza puesta en ese candidato que había demostrado la mayor capacidad de comunicación política en varias décadas.

Representaba el cambio, el futuro promisorio. "Una entrada a la vida" como se sugirió uno de los eslóganes con más apropiación por la masa de electores.

La Argentina salía de una larga noche de desencuentros desde la década de 1950. Interrupciones militares,   proscripciones, el regreso de Perón, el tumultuoso ciclo 1973-1976   el golpe exterminador del 24 de marzo de 1976 y el  terrorismo de Estado.

La derrota militar en Malvinas   selló el fin del facto.  La puerta a un porvenir cierto se abría de la mano del   máximo dirigente del Movimiento de Renovación y Cambio de la tradicional Unión Cívica Radical. Desde el 10 de diciembre de 1983, el aglutinante "Ahora Argentina"  pretendía dejar atrás  rivalidades de la coyuntura electoral.

La unión de todos los argentinos era más que imprescindible para despegar de un pasado atravesado por muertes, desapariciones, desarticulación del aparato productivo, fuga de capitales, creciente endeudamiento privado y público, exilios.

El candidato a ocupar la Casa Rosada  el 10 de diciembre de  1983 preparó su campaña electoral con un grupo de expertos en comunicación especializados en publicidad. Publicidad y política no habían registrado en la Argentina grandes resultados. Los publicitarios habían comprobado, desde la experiencia de un atávico capitán ingeniero* la imposibilidad de hacer verosímil su plataforma de gobierno o imponer positivamente su figura al igual que una marca de salchichas. 

En 1983 Alfonsín debió competir con el peronismo   en una confrontación abierta, sin proscripciones de partidos o candidatos. Las dos grandes fuerzas políticas del país iban a definir, con el veredicto de las urnas, la conducción nacional para los próximos seis años.

El radicalismo había sido desalojado del poder a mitad del mandato del presidente Illia en 1966. Un golpe de Estado programado con más de diez meses de anticipación dio paso al reiterativo autoritarismo militar. Se inauguró la llamada Revolución Argentina que concluyó en 1973 con el ascenso, por tercera vez, del justicialismo al gobierno de la Nación. Tres años después, muerto ya Perón, su esposa Isabel fue destituida por un nuevo golpe militar en marzo de 1976.

El gobierno   entre 1973-76 dejó una imagen de violencia política, enfrentamientos internos, marcada intolerancia y protagonismo de personajes que la opinión pública llegó a detestar y temer.  

El postulante a la presidencia de la Nación, nacido en la ciudad bonaerense de Chascomús, comprendió como nadie el momento cultural y comunicacional de la Argentina que surgía de la noche y niebla.

Se apoyó en colaboradores publicitarios con la debida aclaración de que no serían ellos los que formularían la filosofía o el estilo de la campaña. Los puntos fundamentales citados en Cómo se hace un presidente de Alberto Borrini dejan en claro la claridad estratégica de la empresa: "Una buena campaña publicitaria debe ser el reflejo del candidato, de ninguna manera el candidato el reflejo de una agencia de publicidad".

El candidato debía "exponer a su agencia, con detenimiento, su filosofía y su estilo". "Se debe incorporar profesionales que compartan sus ideas". Se recomendó, también, "investigar en forma sistemática la opinión pública".

Los alcances de intervención del actor principal y de los secundarios permitieron acuerdos sobre la desafiante combinación comunicacional: publicidad política. ¿De qué hubiera servido una estudiada campaña publicitaria, sin las características del gran comunicador Raúl Alfonsín? Es probable que de nada. Alfonsín supo interpretar el contexto de necesidades de la población que estaba harta de soportar censuras, persecuciones, asesinatos y devaluación de su vida cotidiana, con especial énfasis desde 1976.  

El postulante, Italo A. Luder, un hombre de prestigio dentro de las filas del justicialismo por su formación intelectual en el campo del derecho, perdió credibilidad en gran parte de la sociedad nacional. Su estilo pulcro no se compadecía con el incendio de ataúdes que inexorablemente se relacionaba con la violencia política a la que nadie quería regresar. Se deseaba un largo tiempo de paz. De entendimientos y de consensos. El peronismo no admitió    que la sola invocación mágica del nombre Perón no era suficiente.

En 1983 la televisión presidía en pantalla a color   la sala de los hogares. Los actos, carteles y pintadas callejeras fueron valiosos, pero no alcanzaron El entorno de Luder opacaba su figura en cada encuentro o concentración multitudinaria. En este caso la comunicación se divorciaba de la cultura emergente de la época; separación no admisible: comunicación y cultura son inseparables.

Alfonsín supo que su adversario contaba con millones de afiliados. "Un partido político de los más grandes del mundo" se repitió con sentimiento de triunfo inevitable. El que sería presidente no se doblegó. Estaba hablando, con su voz agradable y su mirada calma, al corazón de miles de jóvenes y adultos que querían torcer la frustración colectiva desde otra concepción de la ética y la práctica política.

 Una forma clásica de definir un acto de comunicación es ¿Quién dice qué, en qué canal, a quién y con qué efecto? El hombre de Chascomús tenía una clara percepción de la aplicación justa, humana y precisa del modelo del profesor norteamericano Harold Lasswell. El célebre "paradigma" estuvo incorporado en cada emisión de mensajes por distintos medios al potencial elector.  

En el terreno de la retórica aristotélica, Alfonsín siempre contempló en su discurso la situación en que lo emitía, el tiempo al que se refería, los fines y, en consecuencia, la actitud del oyente.  Comprendió la ecología cultural de la naciente era posdictadura.

El líder radical decidió entrar en la trama de la conciencia nacional con propuestas beneficiosas para la comunidad toda. No agredía, no denostaba. Inspiraba un cambio colectivo con proyección de político nuevo, diferente. ¿Qué advirtieron los votantes en eslóganes tales como "Sin usted no habrá país". "Afíliese. Para participar, proponer, avalar, determinar. Para tener la posibilidad de elegir. Y de ser elegido" o referirse a "Vivienda. Medidas para que su vida cambie: jubilación, trabajo para todos, salud" ¿Fueron propuestas superadoras en sí mismas o el "quién dice que" confirmó progresivamente aquello de que era el "hombre que hacía falta"? No solo ofrecía una salida electoral sino una entrada a la vida.

Alfonsín sumó a su  campaña   productos comunicativos sensibles. Algunos hasta las lágrimas como el film  La República Perdida Una película sensible e inteligente que rescató lo mejor del peronismo y dejó un sutil mensaje sobre el ocaso de ese movimiento.

 Se abría otra oportunidad sintetizada en la memorable metáfora de la bisagra y la historia. Era la hora de iniciar algo distinto, sin renegar de lo bueno del pasado.

El candidato utilizó el esplendor de los medios vigentes a principios de 1980, pero además ejercitó el contacto personal y directo con sus admiradores y simpatizantes. Hizo promesas, denunció alianzas y pactos que erizaron la piel. Habló de todo sin ambages: desnutrición, Malvinas, indexaciones; explicó a las madres su intención de privilegiar la educación por sobre el servicio militar.  

Propuso enfrentar la creciente desocupación. Impuso a su discurso un tono institucional con las palabras del preámbulo de la constitucional nacional. Una oración que emocionaba y dejaba asentado el carácter inclusivo  de la propuesta electoral.

El hombre que hacía falta obtuvo más del 50% de aprobación de los argentinos. No fue una creación publicitaria con contenidos políticos. Fue un eximio político que supo establecer una comunidad de intereses con una sociedad golpeada por el autoritarismo en sus más diversas expresiones e intentos de democratización. Entendió que la empatía es una de las claves en los procesos de comunicación humana y, como demócrata, se inspiró para decirle al pueblo que estaba listo para conducirlo.  

Lo escrito en esta nota es conocido. Sólo se propone recordar aquella etapa electoral y la figura del presidente Alfonsín. El modelo comunicativo utilizado fue sorprendente, moderno. Se dio un gran salto en la forma de comunicar el mensaje político. Ocurrió en el ultimo tramo del siglo 20, hace 37 años. Alfonsín triunfó en las elecciones del 30 de octubre y asumió la presidencia de la República el 10 de diciembre para el periodo  1983-1989.

 

 * Álvaro Alsogaray   recordado por su famosa frase  como ministro de Economía del presidente Frondizi (1958-1962) "Hay que pasar el invierno"




Somos docentes de la Universidad Nacional del Comahue y escribimos desde el norte de la Patagonia, Argentina.
Investigamos sobre periodismo impreso y digital.

General Roca, Argentina