Por
Juan Carlos Bergonzi
El encuentro se producía casi todos los días
a la media tarde. No sé por qué motivo el lugar físico era frente a mi casa,
donde vivía con mi familia. La calle amplia, arenosa y los árboles daban un marco propicio para ese
momento que me llamaba la atención.
Los miraba y descubría en ellos a señores muy
serios y compenetrados en ese debate oral donde todos hablaban y disfrutaban. La confluencia de nacionalidades
marcaba una sociedad de inmigrantes. El señor Echevarría, vasco, el señor
Macenco, de alguna parte la actual Rusia o Ucrania; el señor Narbaitz, vasco;
Maugeri del sur de Italia y mi padre llegado de Lombardía, Italia.
El
señor Narbaitz participaba montado en su caballo. Los cuatro
restantes en un círculo. ¿Qué los convocaba a esas reuniones? ¿Y cómo se
consolidó ese grupo de hablantes que -estimo-
no lograban decodificar con claridad los mensajes. Sabía
bien por mi madre, que tanto Maugeri como mi padre Octavio
Bergonzi, no tenían posibilidad de comunicarse en italiano.
Sí recuerdo que los temas no eran triviales
o dedicados a terceros ausentes. Trataban cuestiones de sus países de origen,
la actualidad de esos años, década de 1950, y algún otro ítem imposible de
recordar. Tengo presente que esa especie de Babel, confusión de lenguas o medio
castellano no era un impedimento para forjar amistades en un contexto de
respeto y tolerancia.
Me
representa ahora la Argentina poblada
con gente venida en barcos con interés infinito en trabajar y construir. Esa
escena de vecinos de la ciudad* que se permitían un espacio para intercambios con
opiniones otorgaron en mi breve edad un componente
de convivencia sana y necesaria. Lo expongo con la perspectiva de los años; reconocerse unos con otros en ese camino que
emprendieron cuando las circunstancias los obligaron a ellos o a sus padres a emprender
un largo viaje a una tierra de esperanza.
Este flash
que relato fue una anécdota por largo
tiempo. Ahora lo resignifico. A escasos
días para la celebración del Día del
Padre escribo esto con gran afecto a
mi progenitor. Y también a los vecinos que junto a él la palabra los
hacía sentir cercanos, hermanados.
*Carhué,
provincia de Buenos Aires. Argentina
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9 comentarios:
Valioso recuerdo y hermoso homenaje a los padres inmigrantes!
Gracias Juan Carlos y Feliz día del Padre!!
Muy bueno!!!
Como te decía, emotivo, directo al corazón, "azorinesco", si se me permite el neologismo.
Con cuanta sencillez se puede describir un tiempo o una geografía humana. Es casi una parábola ya que el relato es verídico. Y, sin embargo, mueve fibras internas. Entonces me pregunto ¿cuánto de lo que se narra es nuestro?, porque nos trae a la mente episodios parecidos o porque, en estos días, anhelamos vivencias gratificantes.
¡Gracias, Juan!
Hermoso recuerdo! Leerlo es como si estuviera viendo la escena yo misma. Gracias Juan!
Simplemente...bello! Gracias Juan Carlos por compartir este recuerdo, esta foto de tu infancia, que nos recuerda que las diferencias (de lenguas, políticas, o lo que sea) no impiden establecer lazos sino que los fortalecen. Gracias mil!!
Muy lindo tu texto!
Hermoso recuerdo, profe!
Precioso! Hermoso homenaje a tu papá! Lo increíble es que conocí a dos de esos personajes, Vicente el bisabuelo de mis hijos y los macenco que se instalan frente a mi casa por ser los abuelos de mi amiga Susana macenco!abrazo inmenso y demás está decir que escribís muy bonito
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