RECUERDOS EN EL DIA DEL PADRE

                                               MI PADRE     

                                                                                                                     Por Juan Carlos Bergonzi

Giovanni Ottavio Bergonzi nació el 9 de enero de 1895 en Galliavola, provincia de Pavía, Italia.   En 1914, con diecinueve años, ya había ingresado, como soldado de primera categoría,   al Ejército Permanente del  Reino de Italia. Lo dieron de baja el 14 de noviembre (de 1914) y fue movilizado, nuevamente, el 16 de enero de 1915.

     Italia desistió de unirse a las potencias centrales o imperios como el alemán, austro-húngaro, otomano  y otras naciones que conformaron la Triple Alianza. Ingresó  a la Gran Guerra  el 23 de mayo de 1915   como miembro aliado de la llamada Entente  establecida por el Reino Unido, Francia, Imperio de Rusia  y otros países.  En 1917, Rusia se retira de la guerra e ingresa EE.UU. de América.  La salida de Rusia se debe a la Revolución bolchevique de ese año y enfrentamientos de grupos en guerra interna.

     La dimensión del conflicto  entre  las potencias industriales   superará  todas las previsiones  y se convertirá en  Primera Guerra Mundial, 1914-1918.

     En enero de 1915 Juan Octavio era  un soldado  reincorporado y el primero de junio, siete días después de la declaración de guerra de Italia,  arriba al “territorio en estado de guerra”. 

      En el  frente del río Insonzo   peleó  entre junio de 1915 y noviembre de 1917. Casi tres años de combate ininterrumpido. La estrategia italiana, en este largo enfrentamiento con las fuerzas enemigas  austrohúngaras, era lograr  atravesar ese corredor natural del río, llegar al corazón de Austria y tomar posesión de algunas ciudades y territorios.

    Sabemos de las condiciones del combate en la Gran Guerra. La trinchera se constituía en la fortificación inicial y persistente para atacar y defenderse. Ser herido o muerto era la única salida para la  juventud que allí servía  a su patria.

     La vida en las trincheras es conocida: humedad, agua, ratas, piojos, hambre, gases tóxicos  y desesperación.  Los comentarios que escuchamos, los hijos de   Juan Octavio, son suficientes para comprender el drama de estar en ese contexto de muerte y desamparo.  No olvidamos sus narraciones del comienzo de la guerra aérea  y sus efectos trágicos  en las tropas atrincheradas. En el combate de Caporetto  Juan Octavio desaparece en cercanías del Monte Grappa para luego caer prisionero de guerra  del Imperio austrohúngaro  el 2 de noviembre de 1917. Esto ocurre  unos días antes del final de la batalla citada.  El saldo fue de 40.000 muertos y heridos  y 275.000 prisioneros.

    Fue liberado de la prisión austriaca  el 8 de diciembre de 1918 y reunido en un campo de concentración el 10 de diciembre, también de 1918.  La  baja ilimitada fue concedida por el Ejército italiano el 31 de octubre de 1919.

    Es decir que   estuvo en la milizia alrededor de seis años; uno  en la conscripción (1914); tres en el frente de combate con sus regimientos de Artillería, donde recibe los ascensos (1915-1917); un año preso   en territorio enemigo (1918) y  finalmente cerca de otro año más    como liberado pero  concentrado  hasta su baja, sin restricciones, que fue acompañada de una compensación  de 300 liras. Esto último en 1919.  

     Cuando salió de ese abismo tenía 24 años, ileso   y   dispuesto a emprender otros caminos  en su juvenil existencia.

Migración a la Argentina

      En  1920, Juan Octavio ingresa a la República Argentina. Su arte o profesión   era de panettiere  (pastelero) y le permitió, supuestamente, incorporarse a la fuerza laboral  sin dificultades.  Este frente, ya no bélico, sería complejo: integrarse a otro país, aprender el idioma, establecer vínculos laborales y sociales. Una tarea nada sencilla en los años de 1920 en la Argentina receptora de miles de inmigrantes en su mayoría empobrecidos

    Se reitera, en esta instancia de su vida, la fuerza y el carácter para afrontar desafíos, abrir el juego a las oportunidades  que demandaban un gran esfuerzo; no doblegarse, no mirar atrás parecen ser sus  consignas en el gran cambio que  construye.   

      Con  unos  años de trabajo en Buenos Aires  obtuvo  suficiente capital como para retornar a su país de origen.  El ambiente político no era el más apropiado para un ex soldado, condecorado de la Primera Guerra Mundial. Son los años que los historiadores designarán   de “entreguerras” luego de iniciada  la  Segunda Guerra Mundial.

      El surgimiento del fascismo era un hecho;  la “Marcha sobre Roma” de los camisas negras, encabezada por Benito Mussolini   se había  concretado  en 1922 y   la toma del poder político, con el consentimiento del rey Víctor Manuel III, le permitió  al Duce formar gobierno. Fue el comienzo de un régimen autoritario, militarista,  que duró 21 años con los resultados conocidos.

    Tenemos  memoria sobre los   relatos en la mesa familiar  de Juan Octavio  de la situación de Italia cuando el retornó    desde la Argentina.  Advirtió   que otra tragedia se avecinaba  sobre   Europa. Sus años en la trinchera y en la  prisión militar  le habían brindado suficientes elementos de análisis   para comprender que su país de nacimiento  era un  lugar  inseguro, alborotado, con un futuro brumoso.  

                                         Celia y Juan Octavio de paseo por el balneario de Epecuén   (1929)

El 11 de noviembre de 1925, desde el puerto de Génova, volvió a la Argentina y se quedó para siempre. Conoció a la dulce Celia y  se enamoró.  Se casó con ella a la edad de 35 años.  Sus cuatro hijos  Rubén Octavio, Raquel Magdalena, Roberto Daniel y Juan Carlos  son el fruto de esa unión matrimonial.    Creo que su obstinación, coraje,  voluntad de avanzar en la trinchera y soportar las penurias de la guerra más cruel del siglo XX, bien merece  un sentido reconocimiento   en su memoria y honor.     

  Su muerte, ocurrida en Carhué el 4 de noviembre de 1970, cuando le faltaban dos meses para cumplir 76 años, le impidió recibir,  en el Consulado italiano de Bahía Blanca, la Orden de Caballero de Vittorio Véneto  extendida en evocación y agradecimiento de la República Italiana a sus  ex guerreros  de la Primera Guerra Mundial.  

  Hoy en el Día del Padre tomo  partes de una investigación más extensa que escribí sobre su trayectoria. Cuando visito su tumba en el viejo cementerio de Carhué, la soledad y el silencio del lugar me provocan   un fuerte sentimiento de admiración;  de cariño y respeto a un hombre que por fortuna fue mi padre.   

   

 

  

         

9 comentarios:

Horacio Deluca 19 de junio de 2021, 5:49 p.m.  

Hermosa semblanza querido Juan Carlos. En varios tramos sentí un cosquilleo por la emoción. Ademas aprendí mucho de ese tramo histórico.

Josefina Crevario 19 de junio de 2021, 6:17 p.m.  

Bello relato querido Juan Carlos!

Unknown 19 de junio de 2021, 10:03 p.m.  

Hermoso Papá! Feliz día!! Te quiero mucho!!

Anónimo 23 de junio de 2021, 6:26 a.m.  

Emocionante, amoroso y hermoso!

Unknown 23 de junio de 2021, 9:36 a.m.  

JC un placer leerte!
Precisión histórica y carga afectiva le dan al texto un ritmo y una factura impecables!
Digno hijo de tal padre y madre

Abrazo

Lucrecia Reta 25 de junio de 2021, 7:57 a.m.  

JC un placer leerte!
Precisión histórica y carga afectiva le dan al texto un ritmo y una factura impecables!
Digno hijo de tal padre y madre

Abrazo

Ernesto Pugni 25 de junio de 2021, 11:53 a.m.  

"Hoy en el Día del Padre tomo partes de una investigación más extensa que escribí sobre su trayectoria. Cuando visito su tumba en el viejo cementerio de Carhué, la soledad y el silencio del lugar me provocan   un fuerte sentimiento de admiración; de cariño y respeto a un hombre que por fortuna fue mi padre".   

Tremendo final, coronación, cómo se me permita llamarle a este fragmento brillante, que por supuesto está respaldado, ampliamente por lo anterior. Sabía que así sería, abrazo, Ernesto

Anónimo 1 de agosto de 2021, 6:31 a.m.  

Cariñoso y emotivo. Abrazo grande

Virginia 30 de octubre de 2021, 12:31 p.m.  

Como siempre, leerte es viajar a un mundo lleno de imágenes que atraviesan el tiempo y nos despiertan profundas emociones. Gracias Juan Carlos!

Somos docentes de la Universidad Nacional del Comahue y escribimos desde el norte de la Patagonia, Argentina.
Investigamos sobre periodismo impreso y digital.

General Roca, Argentina