Por Juan Carlos Bergonzi *
Foto Agencia Nova |
Illia fue
elegido presidente en 1963. El respaldo electoral fue débil, sólo el 25 por
ciento. La proscripción del peronismo inaugurada en 1955 estaba vigente y el
intento de superarla, por parte de
Arturo Frondizi, se sumó como una de las causas de su destitución en 1962. Arturo Illia continuaba el ciclo de las
democracias restringidas bajo el contexto del “golpe de Estado
permanente” según el historiador francés
Alan Rouquié.
De fuertes
convicciones, Illia calificaba al
gobierno peronista de 1946-1955 de autoritario. En los minutos finales del golpe palaciego el presidente les recriminó
a los uniformados proceder igual que en “la otra tiranía” cuando bajo el “cumplimiento de órdenes” en la
noche se violaban domicilios para arrestar disidentes.
El
presidente electo para el periodo 1963-69 es despojado de su poder y expulsado de la Casa Rosada. Esa madrugada del
28 de junio está impregnada de episodios, discusiones, traiciones que marcaron
la vida institucional y cultural de los
argentinos.
Se puede
reprochar a Illia haber participado de elecciones condicionadas, con un enorme sector de ciudadanos impedidos de elegir
a sus dirigentes preferidos. También, vale recordar, la promesa de la campaña
de abrir, sin restricciones, el juego democrático a todas las opciones
políticas. Un punto que al igual que Arturo Frondizi, trató de
cumplir.
El peso del
partido militar más fuerzas civiles influyentes
impidieron el desarrollo de la libre participación electoral. Factores de poder y grupos de presión
operaron para ultimar el mandato Illia. La integración de los gabinetes del facto es
reveladora de las representaciones civiles.
En aquellos tiempos, el valor de la democracia
como sistema de convivencia no se registraba decisivo para el desarrollo
armónico del país. El ritmo de cambios
de la década de 1960, en especial la revolución cubana más el contexto de la Guerra Fría, sometía al gobierno radical a decisiones que
acarreaban contratiempos en la gestión.
La negativa
de enviar tropas que compartieran la intervención de EE.UU. de América en Santo
Domingo, en el estallido de una resistencia popular con connotaciones
revolucionarias, distanció para siempre al poder militar del presidente.
La debilidad
de su gobierno no fue obstáculo para cancelar contratos petroleros, limitar los
ingresos de la industria farmacéutica internacional, anular el estado de sitio,
alejarse de los programas ortodoxos del FMI y repuntar el crecimiento del PBI y
el superávit del comercio exterior.
Las fuerzas
sindicales no observaban al presidente como pro activo en sus demandas. Varios
de sus encumbrados dirigentes asistirán a la asunción del General Onganía como
presidente de facto.
La fuerza de
la conspiración se sustentó en varios frentes que merecen el análisis: la
comunicación social a través de medios
creados o apropiados para desmerecer su figura, la nula difusión de los
aciertos de gobierno “no hacemos tanto para utilizar recursos para informar al
pueblo”. Un exceso de austeridad republicana que lo dejaría expuesto a mensajes
denigratorios, humillantes a su imagen.
En la
actualidad se estima que tanto la debilidad de votos (25%) para alcanzar el
poder como la ausencia de una política de comunicación de la gestión desarrollaron un síndrome de inquietud en los
gobiernos posteriores.
Al hombre desalojado por la fuerza en las
primeras horas de la mañana del 28 de junio de 1966 se lo recuerda con cierta melancolía no
exenta de autocríticas a la indiferencia, alivio o convencimiento que su
caída era dar paso a la construcción de un país sin la intervención de su pueblo.
En el desorden
del desalojo de la Casa Rosada el periodista Gregorio Selser recuerda en su
libro El Onganiato que una muchacha escribió, con una estilográfica en tinta
verde y caracteres de imprenta, en una
carpeta de uso diario de la mesa presidencial “Mueran los infames traidores
a la Patria”. Una reprobación estampada en medio de gritos y forcejeos con la fuerza de sus jóvenes años. Todo ocurrió hace casi cincuenta años.
*Profesor Seminario Medios, Política y Comunicación
Fadecs-UNComahue