Alfonsín Presidente
Hace 37 años la
democracia fue restablecida
La asunción, el 10 de diciembre, fue otro
acierto comunicativo del presidente electo y su equipo: esa fecha recuerda el día de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, adoptada y proclamada por las Naciones Unidas. El simbolismo
fue claro, contundente: convivir bajo normas y leyes republicanas fue el compromiso
del candidato ungido presidente de la
Nación.
En esa soleada y
brillante jornada primaveral Raúl Ricardo Alfonsín habló desde el histórico
edificio del cabildo en la plaza de Mayo de la ciudad de Buenos Aires. El
balcón de la casa Rosada esa vez quedó vacío.
Como lo había dicho a lo largo de su campaña no
propuso una clásica salida a través de
los votos. Quería profundizar en la urdimbre de la sociedad argentina y las
calamidades vividas en décadas previas. “Una entrada a la vida” tocaba el alma
colectiva, incluso entre aquellos que no sufragaron a favor de su candidatura.
El flamante presidente habló con el corazón. ¿Si había sido capaz de derrotar en elecciones intachables al adversario invencible, el peronismo, cómo no transmitir un mensaje de gran esperanza?
El edificio
colonial, epicentro fundacional de la patria otorgó la atmósfera adecuada para
ratificar que el preámbulo de la
constitución nacional no era letra muerta.
En ese “texto
laico” se concentraba el espíritu de esa jornada memorable que abría la puerta
a creer y aceptar, con madurez, una república
sin disociaciones, de sanos pactos y acuerdos con la imprescindible unidad de todos los
argentinos
El ciclo de la
democracia recuperada comenzó hace 37 años. Un hombre honesto, con fuerte poder
de persuasión llegaba para presidir un país devastado por el autoritarismo y la
soberbia donde todo fue posible.
Se recuerda la presidencia de Alfonsín con nostalgia. En ocasiones con culpa. Persiste
en la memoria de los argentinos como una
de las ilusiones cívicas más trascendentes en la historia política nacional.